Instituto de Bioética

Jérôme Lejeune

El diario Clarín del martes 14 de octubre presenta la siguiente información: “España: nació el primer bebe “diseñado” para curar a su hermano”

Inmediatamente el texto del diario dice: “Fue concebido con una técnica que permite comprobar si un embrión está sano desde el punto de vista genético, antes de implantarlo en el útero materno. Su cordón umbilical será usado para hacerle un trasplante a su hermano mayor, que padece una anemia congénita severa. Se trata del primer caso realizado en el sistema de salud español”.

La presentación del nacimiento, como se ve, se muestra como un gran éxito científico. Sin embargo, no se presenta todo la información que permite un juicio moral veraz. En efecto, es sabido que para que una conducta sea moral la intención debe ser buena, así como también la acción que se realiza y las circunstancias en las que se sitúa el obrar. En el caso relatado la intención es la de curar, pero… ¿a qué costo? Para “seleccionar” al hermano capaz de brindar células madre histo-compatibles (desde el cordón umbilical) que permita el transplante necesario para el mayor, se practicó una fecundación in vitro -que como se sabe es contraria a la dignidad de la persona en cuanto al modo de la procreación- descartándose en el procedimiento los embriones portadores de la enfermedad congénita hereditaria beta-talasemia. Este mecanismo de selección y eliminación de vidas humanas -con dignidad de persona desde el momento de su fecundación- de ninguna manera se justifica por más noble que sea el fin buscado. Salvar una vida no justifica matar a otras.
Este modo de proceder, por otra parte, manifiesta que el criterio imperante para tomar la decisión y proceder del modo descrito, es la razón técnica, su eficacia, y no la razón moral.
Finalmente no escapa al buen criterio del lector que, quien nació por este medio y para este fin, aunque también amado por sus padres ha sido elegido por ser útil para la solución del problema, motivo inspirador del proceso o, al menos, otra de las razones por las que se procedió. De esta manera se avasalla el derecho de que el hijo sea engendrado por sí mismo, en el único amor de los padres entre ellos como esposos y a la vida por nacer. Podemos imaginar, en este sentido, el inevitable impacto emocional cuando la “añadida motivación” sea conocida por el ahora bebé, aún cuando se le aclare que es para salvar la vida de su hermano, es decir, por un buen fin.

La Conferencia Episcopal Española, con fecha de octubre de 2008, hace algunas aclaraciones al respecto, del tenor de las reflexiones precedentes, que pueden conocerse con remisión a la página que dicho organismo eclesial tiene en Internet.